
Domingo de Reflexión
Fotógrafo de calle
Argimiro Colmenares
Por: Juan Alberto Sánchez García
Caminando por algún lugar me encontré esta imagen, que inmediatamente quise capturar a pesar de la distancia y la particular escena, que no me permitió ver esa bella fotógrafa ni la linda niña que retrataba ni mucho menos el bosque ni parque; sino que me trasladó a La Grita de los años sesenta, carrera seis o calle de la pesa, entre calles uno y dos, frente al negocio de Gabino Rodriguez.
Allí en esa esquina, como un ritual sagrado, llegaba diariamente Argimiro Colmenares con todos sus macundales – que eran pocos – y un trípode rústico y ordinario, seguramente construido por el propio Argimiro, que soportaba una caja negra que guardaba todos los secretos que hacían posible la reproducción de la fotografía.
Era común y corriente ver allí en plena calle, cuando Argimiro montaba en un caballito de madera a un niño, al que si se dejaba, le colocaba un sombrero de charro mexicano; o sentar en un taburete de cuero al joven que necesitaba las fotos para sacar la cédula de identidad, en la oficina de Identificación y Extranjería que quedaba metros abajo de donde estaba este estudio fotografico de calle; o a los novios o recién casados, que querían tener un recuerdo fotográfico y que Argimiro complacía con todas las de la ley, colocando al fondo de la pared de la casa vecina, un cancel con un bonito paisaje seguramente pintado por Pepe Melani.
Qué mágica y prodigiosa es la memoria, recordar con esta imagen ese pasado de nuestro pueblo y su gente. A mi particularmente y perdónenme que hable en primera persona, me intrigaba muchísimo el trabajo que hacía Argimiro Colmenares, y nunca tuve la respuesta de cómo se grababa la imagen en el papel, y luego en un tobo con agua y unos líquidos de fuerte olor, iba parsimoniosamente lavando Argimiro, mientras conversaba con el cliente, y milagrosamente aparecia la persona que acaba de retratar; eso para mí no tenía explicación alguna y el asombro era muy grande, y menos esperar la respuesta de Argimiro Colmenares, ese hombre sarco y bajito, de cejas pronunciadas y de hablar pausado.
Había que retornar a mi casa en barrio Ajuro, con esas dudas que a nadie le podía preguntar, y que me hacía creer que los milagros existen, y que Argimiro Colmenraes el fotografo de calle de La Grita, era un hombre milagroso.
JASG