Bar El Torbes

Juan Alberto Sánchez García

Ángel Ramón Duque llega muy joven a La Grita, allá por los años 40 procedente de su pueblo natal Seboruco, incorporándose a trabajar en el negocio de Don Francisco Aponte García, ubicado en la esquina de la carrera 4 con calle 2, allí en pleno corazón del centro de La Grita.

Su destreza y habilidad para el negocio hicieron de Don Ramón Duque, la llave perfecta para que al poco tiempo ya manejara en sociedad con Eleazar Labrador, un negocio de venta de licores, justo en la esquina de arriba del negocio del señor Aponte, donde por años estuvo ubicado el famoso bar «La Copa Ideal»

Transcurrían los años y Don Ramón Duque se fue convirtiendo en un próspero comerciante, la gente del pueblo por afecto y cariño lo comenzó a llamar «Ramón Seboruco» cuestión que no le molestaba a Don Ramón, y así se quedó.

La vena de comerciante que poseía Don Ramón Seboruco, lo llevó a abrir un pequeño local comercial al frente de la oficina de Los Correos de Venezuela calle 3 entre carreras 3 y 4, luego fue mudada a un local de la casona de Don Jorge Omaña al frente de la plaza Bolívar, donde ofrecía la venta de pasajes de la línea Aeropostal que cubría la ruta aérea La Fría – Maiquetía, con el agregado que también brindaba el servicio de transporte a Grita a La Fría a través del señor Pedro Salcedo que hacia el traslado.

Por los años 1946 – 1948, al decir del Dr. Ricardo Méndez Moreno, existía al pie de la plaza bolívar un bar y billar propiedad de Don Hermes Chacón, famoso por la calidad de la leche de burra que vendía y porque era el lugar de esparcimiento de la juventud Gritense de eso años, la que asistía a jugar billar y coincidían con los profesores del pueblo que también frecuentaban el sitio, armando tremendas partidas de billar.

Siguió don Ramón Seboruco observando el dinamismo y el avance del comercio en La Grita, por lo que adquiere la casona que esta al pie de la plaza bolívar colindando con la calle 3 y con la casa de Don Hermes Chacón.- Comienzan a distribuir diferentes productos hasta que le es ofrecida la representación y distribución de cerveza Polar, para cubrir la zona de Seboruco, El Cobre, Pregonero y La Grita; justamente ahí donde Don Hermes Chacón tuvo su billar, Don Ramón y Doña Carmen ya también apodada cariñosamente como «Carmen Seboruco» instalan en los años 50 el bar «El Torbes»

Y en pleno corazón de nuestra ciudad gentil y querida, nace y crece «EL TORBES»para formar parte de la historia contemporánea del pueblo, lugar muy particular y concurrido que tuvo en nosotros, generaciones de los 60 y 70, un lugar especial de consuetudinaria cita, diríamos casi que obligada, por ser el sitio de encuentro para charlar y comentar el acontecer diario del pueblo y su gente, los chismes más frescos del día, hablar con quienes estaban tomándose su Pilsen bien fría y oyendo música en la rockola, que estaba siempre ubicada en la parte lateral derecha de una de sus dos puertas principales, música que delataba amoríos, desencuentros y grandes despechos.

Saborear un dulce de higo con leche, o elegir un café de «maquina» con esa cafetera casi que de museo, manejada magistralmente por Lucidio (+) o por Carlos «El Cagao» dos de los «expendedores» que recuerdo allí trabajando muy eficientemente, y quienes vivían en el barrio La Granja; estas son añoranzas que quedan en el más profundo recuerdo del Gritense de esos años.

Don Ramón y Doña Carmen Seboruco eran muy activos, despachando cerveza, licores y cigarrillos a los diferentes locales de La Grita, en sus dos pequeños camión, el GMC modelo 1957 color verde botella y el otro GMC modelo 1959 verde claro, que muchas veces manejaba Don Ramón Seboruco, hombre de baja estatura, piel blanca y catire, sonrisa siempre presente, bien vestido y peinado, con un manojo de llaves que pendían de una cadena dorada y plata la que de su correa iba al bolsillo, un gran maletín de cuero donde llevaba el facturero de cobro y la solicitud de pedidos.- Doña Carmen, siempre activa y dirigiendo como buena mancorna este negocio, con sus vestidos estampados de flores pequeñas y su calzado bajito, caminando de un lado para otro, tomando los pedidos para darle fiel cumplimiento y pendiente de «El Torbes» que a mi modo de ver era para ellos su icono principal, no tanto por lo económico, sino por lo que representaba como lugar de reuniones, encuentros y tertulias del Gritense y como icono de La Grita de entonces y de su negocio.

Aparte de toda esta actividad comercial, también fue Don Ramón Seboruco el representante en la zona de la lotería del Táchira y la venta estuvo ubicada en un pequeño local donde luego funcionaria el hotel Capri, del Recordado Victorio.

El doctor Ricardo Méndez Moreno, me comentaba que el poeta Paredes Márquez escribió una vez unos versos para Doña Carmen Seboruco, y me recito de memoria éste:

«En el bar El torbes,

Carmen Guerrero de Duque

Una choferesa audaz

Que también maneja buses».

La cerveza «Polar» la traían de Maracaibo a unos 600 km de La Grita, era la época de la media jarra y el tercio que venían en calas de cartón, hasta que en los años 60 apareció la «Polarcita», Don Ramón Seboruco registra un transporte con Gonzalo Contreras quien fue prácticamente criado ahí en ese negocio lo llamaron «CONDU» (Contreras Duque) logran comprar una gandola marca Mack con remolque, manejada magistralmente por Gonzalo Contreras, hombre de plena confianza y quien trabajó para ese negocio y para ellos toda la vida; dado lo estrecho de sus calles como todo pueblo andino, era un espectáculo y una odisea la estacionada de esta gandola para descargar la cerveza, sobre todo por la ubicación del negocio en plena plaza Bolívar.

El Torbes fue un bar muy especial, pues jamás se presentaban riñas porque nadie se pasaba de trago ya que tenía diagonal al viejo cuartel de «Los Cazadores» y también muy cerca la policía con su respectivo «tigrito» de modo que aquí había un lugar de sano esparcimiento, cuya seguridad estaba de por si garantizada y que además el bar cerraba a las 12 de la noche.

Quienes estaban prendidos y querían seguir la parranda les quedaba muy cerca la calle uno llamada también La Barranca, pues por la misma carrera cuatro se caminaba una cuadra y ya se estaba en otro ambiente; si la situación etílica se lo permitía podía cambiar de lugar y llegarse a «La Cabaña» un bar icono del pueblo, pero también tenía la opción del bar de Don Elasio Camargo.

Me comentaba un amigo que una vez Lucidio como encargado del Torbes, le manifestó a doña Carmen Seboruco, la preocupación que tenía con un poco de botellas de vino muy viejas y que no se vendían, ella le ordenó que las botara porque eso era un peligro tomarse ese vino; pero a los días coincidencialmente llegó al Torbes el doctor Carlos Roa(+) y Lucidio(+) le comentó lo del vino; él le pidió que le bajara una botella, la destapó y la sirvió en sus respectivas copas, apreciando la calidad del vino, además que era un gran conocedor de la materia, doña Carmen con temor que no le fueran a caer mal por lo viejo del vino, autorizó a Lucidio para que se las regalará.

Ese abolengo y recordado Torbes cerró sus puertas de bar como lo conocimos con muchas historias y recuerdos, abierto desde las 3 de la tarde hasta las 12 de la noche; hoy, manejan una nueva visión del lugar con otras características, con la suerte que nos queda el lugar que ha sido muy cuidado y protegido por los sucesores de la dinastía Duque – Guerrero y que aquí les dejamos en las graficas.

Fuentes Consultadas y conversatorios

Dr. Ricardo Méndez Moreno

Señor Gonzalo Contreras

Cronista Nestor Melani Orozco

Med.Vet. José Antonio Sánchez Moreno

©JASGMAYO2016

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