El vendedor de estampitas

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Juan Alberto

El vendedor de estampitas

Repica y anda en la procesión

Por: Juan Alberto Sanchez García

El tocayo Juan Alberto Sánchez Sánchez, estudió primaria en la Escuela Parroquial, inicia el bachillerato hasta tercer año en el liceo Militar Jáuregui y lo culmina en el Ángel María Duque. Desde niño ha sido muy inquieto, no para de hablar, es de conversación rápida, fluida y opinador en todo momento.

Cuando se gradúa de bachiller, su padrino de bautismo  Monseñor Raúl Méndez Moncada, de quien también fue monaguillo, lo aconseja  y anima a que se vaya a estudiar para Guardia Nacional;  llega a la escuela de Ramo Verde, donde se forma en la disciplina y las artes militares, egresando como guardia en 1975.

Comenzó a ejercer su oficio militar,  un buen día se propuso estudiar en Barinas un curso avanzado que dictaban allí para especializarse como Guardia Forestal y con ello fue a parar al oriente del país, donde requerían de sus servicios. Siguió saltando como un pájaro y llegó hasta Santa Elena de Uairén, conoció la frontera con Brasil y vivió la experiencia de ese submundo fronterizo.

Tiene también el gritense Juan Alberto,  aptitud para la música, que dice le viene de su padre Ramón Otilio Sánchez, quien durante más de treinta años fue músico de La Banda Municipal Dr. Ramón Vera G. En la Guardia Nacional le traía problemas la música porque era muy parrandero y además del fusil como arma de reglamento, cargaba también un cuatro, una guitarra y la sinfonía que jamás dejaba de estar en el bolsillo de la camisa.

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Cansado de estar tan lejos de la familia y de su casa materna, logra que lo trasladen para Queniquea  en el estado Táchira, y sigue allí sus actividades forestales y la parranda. Pero inquieto como ha sido toda su vida, un fin de semana que estaba franco, vino a La Grita y le comentó a su mamá y su papá, que ya no quería seguir en la vida militar, deseaba buscar otras formas de vida.

Su padre Ramón Otilio le propuso que agarrara el negocio de la venta de estampitas, porque la edad y el cansancio ya estaban arruinando su negocito. Y desde hace   treinta y dos años, Juan Alberto, ha mantenido este negocio en su tarantín como él lo nombra, al frente de la Basílica y en plena plaza Bolívar de La Grita.

Juan Alberto, es todo un personaje en la plaza Bolívar de La Grita, ha visto varias remodelaciones o destrucciones como  prefiere denominarlas de esta plaza principal del pueblo. Es un termómetro viviente del acontecer de La Grita en este céntrico lugar, donde esta todos los días de domingo a domingo, desde las 6 de la mañana hasta las 5 de la tarde, cuando en su carretilla arregla todos sus enseres y empaca hasta el otro día.

Cuando comienza su jornada  muy temprano, dice que lo primero  que hace es entrar a la iglesia y visitar al Santo Cristo en la capilla, le reza y se le encomienda para comenzar el trabajo de todo el día.

Es una persona muy acuciosa y comedida, además de servicial, casi que se le puede preguntar por cualquiera de las cosas comunes del pueblo, quien murió hoy, cuando hay sesión del Concejo Municipal, quienes son los concejales de la cámara municipal, a qué hora sale el pan caliente de la panadería de la esquina, la hora de la misa,  el entierro; es una guía informativa que durante  el día se esta actualizando permanentemente, todos los comentarios que corren por el pueblo allí le llegan a este popular vendedor de estampitas, con quien se puede confirmar o negar.

Siempre ha tenido buenas relaciones con los presbíteros que regentan la Basílica, les colabora en todo lo que está a su alcance y como fue monaguillo, sabe a la perfección el toque y repique de campanas. Cuando muere algún amigo o conocido del pueblo dice que se luce tocándole las campanas con ñapa y todo.

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Cuando a Juan Alberto le llegan a comprar un escapulario o cualquier otro atuendo católico y la gente se preocupa por mandarlo a bendecir, él los calma y les dice  < llévelo tranquilo y con fe, que todo lo que yo vendo aquí esta bendecido por el Santo Cristo>

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Este amigable vendedor de estampitas, es otro gritense que ha sentado catedra de Jaureguino aquí en la plaza mayor del pueblo, le reconocen su tenacidad y optimismo para enfrentar la vida y así la sigue llevando. Además de que toca las campanas y vende sus mercancías sin ningún tropiezo.

JASGagosto2019

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