Juan Alberto Sánchez García
De hablar pausado, profundamente metódico y lleno de una sabiduría impresionante, ese es Baltazar.
Nativo de La Grita, siempre ha vivido allí en la carrera 9 cerca al puente que une el casco central de esta comarca con el barrio Santa Rosa, es una persona llena de una profunda fe y desprovisto de malicia, le sirve a todos quienes necesitan de sus conocimientos.
Baltazar, proviene de una familia que fue muy pobre y eso hizo que prácticamente desde niño tuviera que salir a trabajar. Cuando tenía 13 años aun no sabía leer y escribir, por eso recurrió a la escuela nocturna en 1966, pero se le presentó el problema de la edad pues era requisito tener 14 años para poder estudiar de noche y le pusieron un año más.
Un buen día comienzo de los años 70, caminando por las empinadas calle de La Grita y rumiando su pobreza, se percató que en la calle 2 entre carreras 6 y 7, en una vieja casona donde alguna vez funcionó el Banco Agricola, y hoy hay un pequeño centro comercial llamado «Colonial», la unidad móvil de El INCE estaba inscribiendo a los interesados para dictarles un curso de electricidad, por lo que no dudó en anotarse además de que le pagaban 5 bolívares diarios que le ayudarían mucho para poder segur viviendo, pero confiesa que él quería ser carpintero, en El INCE descubrió su vocación por la electrónica
Ese fue el inició de este parsimonioso y útil Gritense que todo lo que habla con voz tenue, pareciera salir de un baúl de conocimientos almacenados por siglos.
Se inicia ya como artesano de la electrónica, después de leer y estudiar manuales que le daban prestado sus amigos que hacían cursos por correspondencia y la fortaleza que ya tenia con el curso recibido del INCE; Baltazar arregla un radio, al igual que un televisor, una lavadora, una nevera, un circuito eléctrico de un banco de trasformación, un generador de electricidad y cualquier cosa de plomería.
Cuando se conversa con Baltazar y se le pide el favor de que le repare algún equipo siempre dice: ¡vamos a ver qué es lo que tiene! Con ese gocho ancestral y una santa paciencia que pudiera romper perfectamente cualquier record.
Ingresa en 1982 a trabajar contratado al Liceo Militar Jauregui, por recomendación del Mayor Calles quien laboraba allí, y todo fue porque Ary Ramirez Benedetti, familiar de Calles, tenía un radio Telefunken de siete bandas dañado y Baltazar se lo arregló, esa fue su credencial de ingreso al LICMILJAU, donde desarrolló una extraordinaria labor como obrero especializado y multifacético, arreglando máquinas de escribir, multigrafos, planchas industriales de la lavandería, circuitos eléctricos de la planta física del liceo y pare usted de contar.
Cuenta que en el liceo tuvo que reparar una máquina de la lavandería y no sabía cómo hacerlo «pero la misma maquina me fue enseñando cómo debía repararla y logré que quedara fina»
Su capacidad y don de gente le han valido el reconocimiento, respeto y consideración de todos quienes lo conocemos; jamás se niega a servirle a quien lo necesita, lo llevan a hacer trabajos en otras ciudades del país, pero no le gusta estar fuera de su pueblo que lo vio nacer y como él nos dice: me vera morir.
Hoy ya jubilado comparte el tiempo arreglando cosas y haciendo uso de la internet, a la que sin ningún temor llegó para que le sirva de herramienta y apoyo a la actualización de sus conocimientos.