Por: Juan Alberto Sanchez García
En Tadea
En esta vieja casona vivieron varias generaciones de familias enteras que se dedicaron al trabajo de la agricultura como medio de vida, tuvo el cariño y el calor de quienes la habitaron, aquí se fraguaron amoríos, esperanzas y destinos de muchos a quienes resguardó y cuidó.
La cotidianidad transcurría en el diario trajinar campesino, con las siembras de hortalizas, maíz y caña, fue abundante y próspero el cultivo de la caña, siempre acompañado del trapiche para obtener la deliciosa y nutritiva panela y qué decir del sabroso miche.
En estos corredores y patio jugueteaban los niños, los mayores tertuliaban por la noche después de rezar el santo rosario y en diciembre se armaba la algarabía con las fiestas alusivas a la fecha.
En la sala, el pesebre engalanaba la época y recordaba el nacimiento de Jesús, acompañado del olor de las albricias y las sementeras ya germinadas con maíz y trigo, como testimonio de bienestar y prosperidad.
Hoy, retumba el sórdido silencio, y apaciblemente la vieja casona se resigna y aguarda para despedirse, dejando los recuerdos como único tesoro intangible que nos acompañará.
Viene a la memoria aquella canción: Hola Soledad/ no me extraña tu presencia/casi siempre estás conmigo/te saluda un viejo amigo/este encuentro es uno mas.
nov2017