Por: Juan Alberto Sánchez García
EL SORURE Y LA SEQUIA DEL AÑO 29
En el año 1929 hubo en el municipio Jáuregui del estado Táchira, se evidenció una fuerte sequía, cuya mayor expresión se padeció en la comunidad campesina El Sorure, aldea que junto a La Espinosa, conforman el flanco norte de La Grita.
Me contaba mi papá, Bartolo Sánchez Méndez (+) nativo de allí, que fue tal la escasez del agua en el caserío que la gente de la aldea El Sorure, tenía que ir montaña arriba casi llegando a Las Porqueras, bordeando los cerros empinados, para buscar agua en los pequeños nacientes de donde emanaba cristalina casi que en gotas, para llevar aunque fuera la del consumo humano.
Decían los Sorurenses, que jamás habían conocido una sequía como la que estaban padeciendo; los cultivos literalmente desaparecieron, los animales morían de sed, con las graves consecuencias que estaban quedando sin las vaquitas que por lo menos le producían la leche para el tetero diario de los niños, y el acostumbrado atol de Sagú para los viejos a la hora de la noche ya para dormir, y la cuajada que ayudaba a la alimentación de los campesinos acompañada de bastimento.
Este fenómeno natural obedeció entre otras, a la fuerte deforestación que la comunidad le venía ocasionando a esa loma del Sorure, haciendo tumbas del emblemático árbol –Soruro – y que luego por un tiro de madera que construyeron llamado Betijoque, llegaba al lugar de preparación de varas para la construcción de los techos de las casas, horcones para fijar los linderos de propiedad y separación de los pequeños barbechos y potreros junto a los tercios de leña, que los fines de semana trasladaban al pueblo para venderla, no habían todavía llegado al campo fuentes alternas de energía como: la electricidad, el kerosene y el gas.
La fe católica que movía y mueve a estas comunidades, las llevó a conversar con el párroco de la iglesia del Espíritu Santo, a quien le plantearon la grave situación de la sequía, y éste les recomendó orar mucho y hacer una rogativa para pedir a la providencia intercediera para que lloviera.
La recomendación del sacerdote incluyó recoger dinero para comprar una virgen del Carmen y otra parte de dinero para él. La comunidad le dio la responsabilidad al señor Félix Rosales (+) agricultor, músico y poeta popular del Sorure.
Con el dinero recogido entre la comunidad, se compró la virgen y realizó la eucaristía junto a la rogativa allí mismo en el caserío El Sorure, en la pequeña capilla de bahareque que habían construido los creyentes, años atrás.
Don Feliz Rosales, antes de que comenzaran los actos religiosos de la eucaristía, les ofreció unas palabras de agradecimiento a todos los que colaboraron y les recitó unos improvisados versos, de los que solo mi papá recordaba este que me enseñó:
A todos los que me dieron
Para ayudarte a comprar
Que Dios les sepa pagar
Aunque no sea con dinero
Sino con amor sincero
De la patria celestial
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