Aristóbulo Mora

Aristobulo Mora 6AGOSTO2013Aristóbulo Mora Montilva

Por: Juan Alberto Sanchez García

Aristóbulo, fue el menor hijo de una numerosa familia que formaron Doña Sofía Montilva y Don Jesús Mora, en el caserío El Carrizal, cerca de Alto Duque, de donde eran oriundos.

Don Jesús en los años 40 se traslada a La Grita exactamente a la casa que compra en la carrera tres entre calles tres y cuatro, donde se vino a vivir el grupo familiar, que levantó con su trabajo como “camionero” transportador de hortalizas que las llevaba a Barquisimeto y Maracaibo; de donde regresaba trayendo víveres y sal en grano. Aquí nace Aristóbulo y los morochos Arsenia y Víctor.

A mediado de los años sesenta se mudó esta familia a la calle dos, entre carreras dos y tres, colindando con la panadería Polar, a una casona grande y confortable para su familia, la que fue creciendo y estudiando;  los varones se  integraron desde jóvenes al trabajo de camioneros como su padre.

Aristóbulo, por ser el menor gozó de la protección de la casa y desde niño fue gritón, extrovertido y muy faramallero,  en su cuadra y por la carrera tres, estaba permanentemente jugando metras, trompo, elevando cometas en el estadio. Hablaba gritado hasta por los codos, decían sus amigos, al extremo que en su cuello cada vez que levantaba la voz, se le notaba el puñado de las cuerdas vocales como un nudo de cabuya de fique, que a los amiguitos de infancia les despertaba miedo y curiosidad.

Fue un gritense muy conversador, jugador de bolas criollas y béisbol, donde la gritería y alharaca que armaba cada momento lo identificaba, a cada uno de los deportes que practicaba le ponía su toque personal – era más la bulla que la cabuya –  contador de cuentos, donde siempre aparecía  en alguna escena como héroe, lo que le servía para junto a quienes lo escuchaban, reírse y gozar un puyero; y lo contaba con tal seriedad que exclamaba – pordiosito santo eso me pasó a mi  –  y a renglón seguido pegaba la carcajada.

Esta grafica se la hice el 6 de agosto de 2013, cuando acompañaba   la procesión del Santo Cristo de La Grita, conversamos porque siempre nos unió el vínculo de la amistad desde niños, nos criamos en la carrera tres, donde solo  nos separaba una pared de colindancia; pero ya era un Aristóbulo decantado como las aguas tranquilas, sereno, con un hablar bajito, despacio y parsimonioso, me comentó de su enfermedad cardiovascular que lo aquejaba y una posible operación, pero lamentablemente su salud se complicó y  en definitiva se lo llevó ese mismo año.

Hoy lo recordamos como fue toda su vida y nos queda el consuelo de haberlo conocido y tenerlo siempre presente.

JASGagosto2018

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