Club “Gran Mariscal de Ayacucho”

¡…..En el recuerdo……….!

Club Social “Gran Mariscal de Ayacucho”

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Por: Juan Alberto Sánchez García

La Grita que va de 1900 a 1936, pasó por un periodo de “oscuridad” cultural e intelectual, la antena cultural se apagó y obligó a familias enteras a emigrar buscando donde educar a sus hijos. Educadores que debieron irse a buscar donde enseñar, en fin fue un oprobiosos momento que este pueblo, emblema educativo de Los Andes venezolanos le tocó vivir, al ver cerrado El Colegio Sagrado Corazón de Jesús y el de niñas Sagrado Corazón de María, junto al  hostigamiento y destierro impuesto a Monseñor Jesús Manuel Jáuregui Moreno, por el Presidente de Venezuela Cipriano Castro. Acontecimientos que abordaremos en otra oportunidad.

En los años  1920 al 1940, empieza  La Grita  un dinamismo comercial sin precedentes, “pareciera que el corazón de la sociedad Gritense lo motiva y representa el comercio”,  siendo considerada por los comerciantes de Maracaibo, Valera, Mérida, Tovar, San Cristóbal y parte de  Colombia, como un lugar clave para impulsar nuevas relaciones económicas – comerciales.

 Pero, otro tanto siguen haciendo los Griteños por el hecho cultural que estaba pasando a un segundo plano, y lo representan fielmente la señorita Sara Guerrero y su sobrino Ramón Gandica, al inaugurar en 1927 nada más y nada menos que “El Teatro Gandica” obra sin precedente en el occidente venezolano, no solo en lo cultural sino en la majestuosidad de la obra arquitectónica de fisonomía francesa, la confortable sala con butacas traídas de Colombia y el piso de alfombra roja con el que contaba el teatro.

La carretera Trasandina inaugurada el 24 de julio de 1925 conecta  La Grita con parte del occidente, centros del país y Colombia, por lo que viajeros vendedores y representantes de firmas comerciales nacionales y extranjeras sobre todo alemanas, comienzan a llegar a La Grita buscando abrir nuevos negocios para vender los productos que representaban y a la vez comprar productos agrícolas aquí producidos.

Es así como vendedores insignes de la talla de Don Diego Arria, Don Julio Carrillo, Don Pedro Villasmil, Don Martín Marciales, señor Giorgi, Don Antonio Mogollón, el grupo familiar y comercial tovareño de Los Hermanos Burguera, se vuelven consuetudinarios visitantes de La Grita a la que se vuelcan permanentemente, ofreciendo los últimos productos comerciales salidos al mercado en Caracas y en otros partes del mundo, principalmente Alemania e Italia.

El movimiento comercial sin precedentes que afloró en el pueblo de La Grita, localizado principalmente en la calle Bolívar (Calle 2) considerada por los pobladores y visitantes como la calle “comercial” por excelencia, representada por los grandes comercios de La Grita de los año 26´s al 36´s, entre otros: Gandica & Cia, Samuel Mogollón, Abelardo Mansilla, Rafael Escalante, Francisco Aponte García, Félix Bustamante, Santiago Chacón, Daniel Arellano, Teófilo y Pablo Rosales y la Casa Burguera, entre otros.

Dado este  auge comercial obligó a los Gritenses a buscar mecanismos y formas expeditas de atención a “los viajeros”  para lograr que a los “requeridos y bienvenidos vendedores” pudiera ofrecérsele  la mejor atención posible junto a los compradores.

Por estos motivos, quince comerciantes,  gente de abolengo y pudiente de La Grita, entre quienes estaban Eutimio Gandica,  Carlos Ramón Sánchez,  Carlos Olivares,  Abelardo Mansilla, Francisco Aponte García, Rafael Vicente Mora, Coroneles: Celestino Hernández y Zapata, deciden un buen día buscar un local que les permitiera reunirse con los “viajeros – vendedores”  en forma más tranquila y planificada para que pudieran hacerles el pedido de las mercancías que necesitaban y oír de éstos  las ofertas de los nuevos productos que habían salido al mercado, exhibidos en  gruesos catálogos bien diseñado con fotos, de la mercancía que ofrecían  y que seguramente aquí tendrían una muy buena aceptación por parte de la comunidad.

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Así, el  9 de diciembre de 1924, hace hoy exactamente 92 años, en la calle Miranda (calle 3) zona céntrica del pueblo y  muy cerca de la plaza Jáuregui, en una casona de  estilo colonial, con corredores y patio interior donde abundaban las flores, los manzanos y granadas, propiedad de Doña Leonarda Sánchez de Mogollón, esposa de Constantino Mogollón, hombre venido de Floresta en Boyacá Colombia, la dan en alquiler a la junta directiva del  club y se convierte en “El Club Social Gran Mariscal de Ayacucho” de La Grita.

Nace el club social con toda la parafernalia y lujos que caracterizaba a la sociedad gritense de la época, un club con cortinas de seda y cristalería traída de Europa, sofás aterciopelados, pisos de mosaico Italiano, salones con parquet, una confortable pista de baile, una pianola comprada en Italia, un billar alemán y hasta una pequeña biblioteca

Ya La Grita entraba por la puerta grande del comercio en ese club donde se transaban las negociaciones de compra –  venta como en las mejores ciudades del mundo. Aquí,  al calor de un buen tabaco, brandy, te o cerveza, acompañados con los acordes de la pianola traída de Italia por Isaura y Don Carlos Olivares, y un deslumbrante billar comprado por la junta directiva del club en Alemania, se pasaba un  rato de esparcimiento y de transacciones comerciales.

Dada la génesis de su creación, fue un aristocrático club solo exclusivo para las “elites”  y los “encopetados” de La Grita de ese entonces, allí solo entraban los socios. Las fiestas en fechas claves como:  carnavales,  6 de agosto,  24 y 31 de diciembre, eran  exclusiva de ellos y sus  invitados. Al pueblo en general solo le quedaba como resignación apostarse desde tempranas horas de la noche en los dos grandes ventanales que deban a la calle Miranda (Calle 3) para ver bailar a la “flor y nata” Gritense. Pero Isaura también utilizó el club con un reducido grupo de intelectuales,  desarrollando actividades de literatura y poesía, aunque a regaña dientes de una  parte de la junta directiva cuya visión era eminentemente mercantilista.

El club social Gran Mariscal de Ayacucho se convirtió en una referencia casi que obligada para todos los personajes del mundo político y comercial que visitaban La Grita, aquí estuvo en 1933 Dionisia Bello de Torres, el amor  del Presidente de Venezuela Juan Vicente Gómez, quien dispensó una visita a su hija Teresa Torres Bello  de Leal, esposa del General Pedro Alcantara Leal, para entonces jefe de la cuarta brigada del ejército acantonada en el cuartel Junín de esta localidad, y aprovecho para  entregar en nombre del gobierno nacional, las obras de restauración de la iglesia Matriz, afectada en 1932 por un fuerte temblor;  recibió también el club  candidatos presidenciales como  Isaías Medina Angarita, a quien los socios integrantes del club le ofrecieron su total apoyo político; estuvo Luis Beltrán Prieto Figueroa en campaña electoral, recibido en el club y acompañado en el presídium por el comerciante Don Luis Mogollón.

Como un grueso número de la población joven y adulta no tenía donde divertirse, siendo el club Mariscal un coto cerrado solo para las “elites”, nace precisamente el “Club Democrático Jáuregui” de carácter popular, sin prejuicios, ubicado en parte baja del pueblo sector El Calvario; fue la válvula  de escape de tantos jóvenes que necesitaban un lugar para la sana  diversión, para apurruñarse con su pareja al son de un bolero. Hacían unos fiestones con calor de pueblo y con orquestas locales como La Jazz Band de Domingo Moret, y donde cualquiera podía entrar sin muchas trabas, solo llevando platica en su bolsillo, pero lamentablemente fue corta su existencia.

La vida social del club “Gran Mariscal de Ayacucho” fue transcurriendo al paso del progreso que La Grita iba experimentando, conocimos las grandes fiestas allí celebradas en los entrados años 60 y en los 70 los apoteósicos bailes con “Los Caricuena” de La Grita y la Swing Melody de San Cristóbal,  los ventanales siguieron prestando el servicio a “los mirones” siguió siendo el lugar de reuniones de diferentes tipo, fue languideciendo hasta literalmente morir. Estuvo durante mucho tiempo cerrado, su fachada fue transformada, unos “nuevos” socios y hasta “fantasmas” aparecieron e hicieron caída y mesa limpia. Tenemos entendido que hace poco fue vendido en una especie de “cambalache”  este otro icono de La Grita que pronto desaparecerá y que solo quedará en el recuerdo de tantas generaciones que lo conocieron y lo hizo su centro de esparcimiento. Vendrán entonces  las lamentaciones a pesar de haber existido propuestas para su rescate y puesto al servicio del pueblo, pero este icono solo quedará en el recuerdo.

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Fuentes de consulta

Méndez M. Ricardo. Octubre 2000. La Verdad, Atalaya Gritense. San Cristóbal.

Méndez M. Ricardo. Mayo 2001. La Retreta. San Cristóbal.

Méndez M. Ricardo. Octubre 2007. El Profeta. San Cristóbal.

Méndez M. Ricardo. Un muchacho gritense. 2009

Melani Nestor. Conversación.

Entrevistas orales con algunas personas de La Grita de entonces

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