Casa Grande

Casa Grande

Por: Juan Alberto Sánchez García

A cincuenta metros de la plaza de Bolívar en La Grita, por la calle dos (calle Bolívar) una de las dos  principales calles  del pueblo, se localiza esta casona,  la que desde su construcción por allá a principios de 1900, por iniciativa de sus iniciales propietarios, una familia de la aldea Sabana Grande, Se erigió como casa comercial y de vivienda casi que para siempre.

“La Hormiga de Oro” fue la primera tienda comercial que allí funcionó, cuya fama y prestigio no se hizo esperar, pues nació con el respaldo de la casa Burguera  de la población de Tovar y con la administración y atención de Don Carlos Ramón Olivares, un virtuoso comerciante, acompañado de alto bagaje cultural e  intelectual, y al propio tiempo esposo  de Josefa Melani Pieruzzini (la poetisa Isaura).

De 1930 hasta 1940, abrió un nuevo negocio cuyo propietario y administrador fue el señor Miguel Vivas, ciudadano muy querido por la comunidad gritense, lo que le permitió ganarse  el apelativo de “Miguelito”, quien tuvo fama de adinerado, hombre soltero que al decir de la gente, dejó enterrada en esa casona toda su fortuna.

Corría el año 1940 y llega como nuevo inquilino de esta prospera casona, Hipólito Ramón Carrero, un gritense con las venas llenas de esperanzas y con el fervor de un nuevo emprendimiento y funda “Almacen HIRCA”  que encierra las iniciales de su nombre y apellido, convirtiéndose casi en una marca que perduró por más de 40 años, brindándole sus servicios a las poblaciones de La Grita, El Cobre, San José de Bolívar, Queniquea,  Pregonero, Bailadores y Tovar.

La prosperidad comercial que tuvo “Almacén Hirca”  le permitió a Don Ramón Carrero comprarle a la familia de Sabana Grande por cuarenta mil bolívares esta casona, lo que afincó más el propósito comercial de la tienda, que vendía materiales de ferretería, pinturas, pues era agente autorizado de pinturas Montana, telas, zapatos, papelería, sal de Glober, Saldelso, Sulfato de Potasio, medicinas veterinarias, cuerdas para instrumentos musicales  y hasta vinos importados, junto a la famosa máquina de coser “Singer” logrando Don Ramón Carrero, que el mueble de la maquina llevara su nombre comercial “HIRCA”.

Almacenes “Hirca” fue un negocio floreciente y siempre administrado por su dueño Don Ramón Carrero, quien no lo desamparaba un momento; decía a sus amigos <al ojo del amo, engorda el caballo> ese era su secreto, junto a la atención inmejorable que le brindaba a la clientela.

En el recuerdo del imaginario colectivo está el espacioso local comercial;  lateralmente la puerta de entrada a la casa de habitación, con el zaguán posiblemente más largo que allá tenido una casa de esos años en La Grita. Al entrar, una espaciosa sala adornada de matas y aparejada a  un corredor que también era para las visitas y tertulias de familiares y amigos. Se observaba un bello patio y jardín interno que separaba en dos aguas la casa; por un lado las habitaciones y por el otro el comedor junto a la lacena incrustada en la pared, que dejaba ver las vajillas finas junto a las bonitas de peltre; seguía  la cocina y a continuación la despensa, lugar sagrado para las familias de la época, pues ahí se guardaba la comida que se aprontaba para la semana. Y al fondo el solar con su cuarto de los temblores, la pequeña caballeriza, luego convertida en garaje del flamante jeep Willis, que acompañó a Don Ramón Carrero hasta su muerte.

Había nacido Don Hipólito Ramón Carrero en 1906 y muere en 1974, dejando a su familia el legado del  “Almacén HIRCA” obra del esfuerzo y apego por el trabajo, característica que siempre acompaña a los gritenses.

Regresa a La Grita por los años 80´s Jorge Urrea, un gritense trabajador desde niño, como lo enseñó su padre, Ángel María Urrea, y después de haberse desempeñado en una empresa de prestigio comercial en San Cristóbal, se instala alquilado en el local del viejo almacén HIRCA ya desaparecido para entonces, con la tienda “Casa Unicentro” y parece que esta casona embrujada de suerte le produce a través del negocio, el dinero para comprarle a la sucesión esta casa.

Y hoy luego de mucho caminar,  Jorge Urrea junto a sus dos hijos mayores, han llegado a instalar una pequeña charcutería artesanal con el nombre “Casa Grande” donde expenden al mayor y detal sus productos cuya calidad es el norte que los guía.

Y es que en verdad esta ha sido una CASA GRANDE para todos quienes hasta hoy la han habitado.

JASGmarzo2020

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