Liceo Angel María Duque

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Liceo Angel María Duque

Un liceo para la historia

Por: Juan Alberto Sánchez García

El año pasado (2019) el liceo Ángel María Duque, celebró junto a un grupo de profesores, alumnos y exalumnos, empleados y obreros, sus primeros cincuenta años. Se dice fácil cincuenta años, pero al escrudiñar en sus entrañas se encuentran muchas vicisitudes por las que ha tenido que pasar esta institución.

Quienes pertenecemos a esa generación que vio nacer y crecer el liceo “CIVIL” no puede menos que traer recuerdos y añoranzas de la época. Y es que el Gritense ha sido siempre contestatario y aguerrido, luchador y bregador, nunca le han gustado las dadivas ni las migajas, siempre se ha fraguado con el esfuerzo del trabajo su futuro; por eso, este pueblo, es cuna de emprendedores, innovadores, creadores, soñadores,  echados pa´lante.

La Grita hasta 1969 contaba con el Colegio Santa Rosa de Lima, que solamente brindaba educación primaria y normal  a féminas, con internado – externado; y el liceo Militar Jáuregui  que ofrecía internado y externado en bachillerato completo, en ciencias y humanidades, aquí si estudiaban damas, pero externas.

La lucha que emprendieron Gritenses y amigos, por lograr la instalación de un liceo, fue literalmente una guerra sin cuartel. Hubo una extraordinaria participación de toda la sociedad civil organizada. Pero y  ha ¿qué se debió esa batalla que libraron los propulsores de la idea de un liceo para La Grita?

Ah……..!ya verán, ingresar al liceo militar implicaba pasar una prueba psicotécnica, pagar 180 bolívares de inscripción y comprar todo el equipo que la institución exigía, lo que no todos estaban en posibilidades de cumplir; pero también, había personas a las que no les gustaba la vida militar y por eso se negaban a continuar sus estudios.

Por el mes de febrero, una vez que terminaba el segundo lapso evaluativo en el liceo militar Jáuregui, a quien le raspaban dos materias, tenía que obligatoriamente salir de la institución, “era retirado por bajo rendimiento” así rezaba la norma. Y esto ocasionaba graves problemas a las familias de La Grita que no contaban con recursos para llevarse a su muchacho a San Cristóbal, Colon o Tovar, tres localidades a donde los pudientes emigraban. Los que no tenían recursos económicos tenían que esperar hasta el próximo año y repetir.

Toda esta situación fue durante muchos años traumática en La Grita para los jóvenes estudiantes y para sus padres, siendo ese el motivo que catalizó la necesidad de luchar por conseguir un liceo “CIVIL” para La Grita.

La sede nueva del liceo “Angel Maria Duque” una vez mudado del seminario Kermaría, fue acusando con el paso de los años problemas en su estructura, las que se falsearon y hubo de ser desocupado para decidir si se demolía y construía uno nuevo, pero los avances tecnológicos de la ingeniería civil determinaron la viabilidad de reforzar sus estructuras y recuperar el edificio.

Todo el personal de alumnos, profesores, administrativos y obreros, tuvieron que emigrar como errantes a seguir actividades en otras aulas que les facilitaban algunas instituciones, pero eso generaba una grave situación de incomodidad para todos. Mientras tanto, comenzó la reparación del edificio, con la lentitud, desidia, negligencia  y burocracia que caracteriza al Estado Venezolano.

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Todos los años aparecían vallas con montos de dinero asignados, y si venia un proceso electoral los políticos ofrecían el cielo y la tierra. Hasta que la paciencia de la gente de La Grita se acabó, comenzaron una campaña de búsqueda de recurso, recolectas públicas de dinero, solicitudes a empresarios locales y regionales; logrando por fin su recuperación y volviendo a brillar la luz del conocimiento y la sabiduría en esta casa de estudios, cuyo nivel académico de los alumnos egresados se puede medir por los resultados del número de profesionales universitarios que tiene La Grita.

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Volvieron los Gritenses a demostrar sus grandes capacidades para emprender sueños, el liceo Ángel María Duque se terminó de reparar en lo básico y funcional, y volvió a entrar en actividad, al igual que lo hicieron en 1788, cuando los Frailes Franciscanos se fueron de La Grita y pusieron en venta el convento de San Francisco, que era toda la manzana que cubre la plaza Jáuregui, la iglesia de Los Ángeles y la casa parroquial; se organizó una comisión, recolectó los 150 pesos que pedían los Frailes y los fraternales amigos de Bailadores aportaron 50 pesos, por lo que le terminaron pagando a los franciscanos 200 pesos con tal que dejaran las imágenes de los santos, las campanas y algunos otros enseres de la capilla.

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De esa madera está hecha la fibra humana de la  gente de este pueblo histórico de Venezuela, que es La Grita, ni más ni menos, cuando emprende un propósito lo lleva hasta ver logrados sus objetivos y aquí están las evidencias, porque felices los pueblos que nunca esperan dadivas, porque nunca serán engañados.

JASGmarzo2020

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