Robo de testimonios

 

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En La Grita

Langostas humanas

Por: Juan Alberto Sánchez García

Corría el año 1919, La Grita solo contaba con sus cuatro calles principales largas, empinadas, empedradas, casas coloniales de  lado y lado; las dos calles de los costados, la cuatro y la uno, menos pobladas; el agua para el consumo humano corría por las acequias de las calles, sin ninguna salubridad, las enfermedades estaban a la orden del día. Los boticarios Rafael Vicente Mora y Roberto Rodríguez Pérez, no daban abasto recetando y aplicando ampolletas y suministrando medicamentos, para paliar la situación.

Y de pronto el cielo se tiñó de negro, la gente se alborotó y no encontraba explicación alguna a lo que estaba presenciando, una manada de miles de langostas opacó el cielo de La Grita y hubo hasta quienes creyeron que había llegado por fin la oscurana, esa que le habían contado y anunciado los curas cada dos de febrero en el llamado día de La Candelaria.

Fueron las langostas venidas por el corredor del sur del lago de Maracaibo y que a su paso devoraban  toda la vegetación que se encontraba a la vera del camino. Aquí en La Grita arrasó con todos los cultivos, y al decir de la gente que contaba este acontecimiento, lo único que dejaron de comer las langostas, fueron las matas de sisal de donde se saca el fique. Por lo que produjo una pavorosa  hambruna en la población y no había solución inmediata, los barbechos quedaron desiertos y tristes y no digamos de los campesinos,  de no ser por la solidaridad que las propias comunidades se brindaron, intercambiando las cosechas que tenían guardadas.

Paradójicamente casi cien años después, hace poquito, en el año 2018, pasó por La Grita nuevamente  un tupido enjambre de “langostas, pero  humanas”, que arrasaron con todo cuanto encontraron en el camino, barrieron con la memoria histórica de La Grita, representada en placas y estatuas que permanentemente le recordaban al nativo y al transeúnte, algunos pasajes históricos de “La Atenas del Táchira”. Elementos importantes para mantener el acervo histórico y el apego por lo propio. Y completaron llevándose la campana de la capilla de San pedro en El Surural, que había sido rescatada de las ruinas del seminario Ker María.

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El pueblo estaba tranquilo y apacible, el ruido del silencio delataba una noche tranquila acompañada de neblina y el característico frio paramero arropaba la comarca. La soledad se apoderaba de las plazas y calles,  los vehículos no circulan  por montones como antes, porque no había combustible en la ciudad.

Circunstancias propicias para que las “langostas humanas” salieran a hacer de las suyas, cometiendo fechorías todavía no aclaradas por nadie, solo algunos vagos comentarios se dejaron escuchar, junto a la denuncia y el alerta temprano que se hizo, pero la esencia medular de lo sucedido nadie la saca a relucir, pareciera que el silencio cómplice se apodera de todo en estos tiempos, donde hace tanta falta volver a escuchar al valiente Juan José García de Hevia, reencarnado en las nuevas generaciones, arengar a la gente por la calle del medio y a todo pulmón su grito “Comunero” como lo hizo en este pueblo  en 1779 con aquel: ¡…..Viva el Rey y abajo el mal gobierno……!

Al pasar por sus calles y plazas se puede observar como las langostas humanas se llevaron a su paso placas y la estatua del capitán fundador de la ciudad Don Francisco de Caceres, que narraban e identificaban parte de la historia de lo que fue la Gobernación del Espíritu Santo, el importante papel histórico que jugó la provincia de La Grita, dejando literalmente sin memoria al pueblo, maltratando el esfuerzo que durante muchos años, personas e instituciones, se esmeraron en colocar para ir reconstruyendo la historia local, con la intención  de hacer pedagogía popular con la gente, al recordarle momentos históricos vividos en esta comarca, y con ello solidificarle el sentido de pertenencia que tanta falta hace en estos tiempos.

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A pesar de que aquí se avisó lo sucedido, ni siquiera por noticias crimines se actuó, hubo negligencia y desidia, unido a un afán ensordecedor permanente de querer borrar la historia de los pueblos. Por eso hoy, hay un desierto histórico en las plazas y lugares emblemáticos del pueblo de La Grita.

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Perdió “La Atenas del Táchira” obras de inmenso valor memorial con el tsunami anti histórico que pasó por plazas y lugares que guardan la historia.  Y habrá de seguirse soñando y  construyendo el nuevo camino, donde otras alamedas abran sus compuertas y se pueda volver a reconstruir sobre las ruinas que hoy van quedando.

JASGmarzo2020

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