Guanare
Por: Juan Alberto Sánchez García
Pocos le conocen en el pueblo por su nombre de pila “Andrés Varela Orozco” todos le llaman popular y cariñosamente: “Guanare”, nace en la aldea Guanare, cerca de La Grita, el 13 de septiembre de 1934 y se dispone a cumplir en este septiembre de 2020 que viene, 86 años.
Unas cuantas generaciones de Gritenses lo conocen, pues su popularidad y forma de actuar, lo han llevado a ser otro Jaureguino autentico, de esos que dejarán huella en la memoria colectiva de la gente.
Tuvimos la oportunidad de conversar con “Guanare” en su casa donde nos recibió y tertuliamos largamente, al principio se mostró reacio y desconfiado, su hablar muy parco y buscando preguntar a qué se debía esta conversación.
Fuimos entrando en confianza le manifesté el por qué quería nos contara algunas cosas de su vida, que le queríamos hacer un pequeño homenaje en agosto con motivo de las feria de La Grita, para honrar su vida de ciudadano y de fotógrafo, y ahí comenzó Guanare a soltar la lengua junto con el chimú.
Como toda la gente de ese pequeño caserío, para la época donde privaba la más absoluta pobreza, donde se vivía con muchas limitaciones, donde escaseaba hasta el yodo, que hizo conocerse a sus pobladores como “los cotudos de Guanare” por el bocio que desarrollaban, empezó desde niño este insigne Jaureguino a crecer y a trabajar con su papá en labores del campo.
<Era muy fuerte la pobreza en la que vivíamos> y había que salir desde temprano a cortar leña y seguir camino al sector de El Pinar, donde lo esperaban las pencas de fique, sisal que allí mismo procesaban, <recuerdo que me picaban mucho los ojos, porque la penca de fique suelta una sustancia como ácida y muy fuerte, que me ponía las manos de niño, arrugadas como las de mi papá>.
Los viernes llevaban los tercios de leña y el fique al pueblo, para vendérselo a Benjamín Pérez, con quien ya tenían negocio seguro, además ahí mismo compraban algunos coroticos, alimentos enlatados sobre todo las sardinas.
En la escuela de la aldea Guanare, comenzó Andrés Varela, a aprender las primeras letras, recuerda a su maestra Doña María Duque, muy fuerte de carácter, pero enseñaba, cuando faltaba varios días a clase, doña María pasaba por su casa a averiguar qué le pasaba a Andrés, que no había vuelto a la escuela.
Un domingo, después de la misa de la mañana, se fijó en muchas cosas del pueblo, miraba a la gente bien vestida y arreglada, sobre todo a los niños de su edad; sentía la necesidad y los deseos de ser como ellos, con esos cachetes rosados y en el mercado comiendo pasteles y tomando chicha. Al llegar a la casa, habló con su papá y le comentó que él ya quería venirse a La Grita a buscar otro trabajo, ya no tenía manos para el fique, ni para el hacha de picar la leña, y además, el hambre juntos a las necesidades, seguían acosándolo.
Y el lunes muy temprano se levantó como de costumbre, echó los tres chiriles en una bolsa de papel y se vino a pata para La Grita, llegó a la carrera tres a casa de Justo Varela Gutierrez, con quien previamente había hablado y le ofreció trabajo, pero primero tenía que enseñarlo a hacer y pegar capelladas en alpargates de suela y caucho, lo que Justo Varela hacía con maestría y le había dado fama y reconocimiento de ser buen fabricante de alpargatas.

Guanare, siempre fue muy despierto y animado a tomar decisiones, ya en el pueblo comenzó a estudiar todo el movimiento comercial, los fines de semana se dedicaba a vender pasteles a una señora que los hacia más abajo del hotel Táchira.
Un día cualquiera se puso a hablar con sus amigos limpiabotas en la plaza Bolívar y les averiguó bien cómo era ese negocio, sacó cuentas, y a los dias compró un cajón y se fue a limpiar zapatos a la plaza Bolívar. Pero también descubrió un negocio, pidió una plata prestada y se compró tres “ciclas”, bicicletas, que alquilaba a dos bolívares la hora.
Compartía sus dos negocios, limpiar zapatos y alquilar “Ciclas” como él las llama <el negocio era bueno pero siempre uno lleva las de perder, me robaron dos bicicletas y nunca me las pagaron> limpiando zapatos en la plaza, un militar le ofreció trabajo en el liceo militar y era limpiarle los zapatos a todos los oficiales y lavarles los carros, por eso ganaba mensualmente noventa bolívares.
Pero tampoco le servía ese sueldo, pues comenta que ganaba mas en la plaza limpiando zapatos y alquilando “ciclas”, además ya se había casado, vivía en La Granja, tenía que alimentar varias bocas y pagar arriendo.
Andaba por la calle y le llamó la atención cómo Argimiro Colmenares sacaba fotos en la calle de la pesa, se puso a conversar con él, a todas estas había llegado de Pregonero un señor que también era “retratista” así se le decía también al fotógrafo y en la conversa le dijo que le diera posada unos días y que él le enseñaba a sacar retratos, y así fue, < dicho y hecho, me le pegué a la pata a Argimiro y a José de Pregonero, a trabajar fotografía en la esquina de la carrera 6 con calle dos al costado del negocio de Gabino>.
Guanare, fue fotógrafo contemporáneo con Tulio Duque, pero nunca tuvieron relación comercial, además eran dos estilos y personalidades muy distintas. Guanare fotógrafo popular que sacaba fotos en los campos de La Grita, además era un personaje muy echador de vaina.
El secreto de su trabajo como fotógrafo, fue que llegaba a las fiestas en los campos, sin que nadie lo hubiese invitado o contratado, saludaba a todo el mundo y empezaba a tomar fotos que luego ofrecía y generalmente se las terminaban comprando. Tenía sus amigos informantes que le avisaban de matrimonios, bautizo y cumpleaños, pero en el campo, en la ciudad era pocas las fotos que tomaba. Y se movilizaba primero en bicicleta y luego en moto.
En la iglesia los sábados y domingo de bautizos, tenía problemas con otras personas que llegaban a sacar fotos y se creían dueños del templo, o como si tuvieran un negocio con el cura, al extremo que lo mandaban a salir del lugar <me decían: usted no está autorizado a tomar fotos aquí, váyase, y algunas veces los enfrentaba otras, me tenía que ir, les echaba un madrazo, que Dios me perdone>
Nunca trabajó con cámara digital, solo conoció la de rollo y la instantánea, con las que se defendía en el día a día, para levantar los cobres de la comida.
Pero Guanare fue también ciclista, participó en una competencia que organizó doña Carmen la esposa de Ramón Seboruco, para celebrar un cumpleaños del negocio, Salieron de la plaza Bolívar de La Grita al frente del negocio hasta la plaza Bolívar de Seboruco, regresando a La Grita. La forma de controlar a los ciclistas fue ideado por la señora Carmen, quien en Seboruco les metía en la boca un ticket plastificado y al llegar a La Grita debían mostrarlo; Guanare llegó a la meta y le abrió la boca a doña Carmen en señal de que traía el ticket. Fue el ganador, todos gritaron ganó guanareeeeeee….!
Los años lo fueron disminuyendo, poco a poco se fue desentendiendo de la fotografía hasta que un día hace ya como diez años, colgó la cámara, para descansar en su casa y dedicarle lo que le queda de vida a los hijos y los nietos.
Cuando le pedí que se colgara la cámara para tomarle una foto me comentó <por ahí vino un carajo que usted debe conocer y me engatusó, se llevó la camarita que me acompañó muchos años de mi vida, me ofreció traerme una digital y todavía la estoy esperando>

Guanare, sigue en su casa, tampoco maneja ya la moto, está muy tranquilo, disfruta de la vida a su manera y con los achaques propios de la edad, viene por las mañanas a La Grita y pasa su buen rato en la plaza Jáuregui hablando con sus amigos, pero igual sigue siendo echador de vaina, aunque más pausado, pero no pierde su don de cordialidad.
JASGmarzo2020