Se fue La Cañada

La Cañada 1992

Se fue La Cañada

Por: Juan Alberto Sánchez García

Las remembranzas y recuerdos son importantes porque reafirman el sentido de pertenencia y las querencias de la gente y los pueblos, y es así como recuerdan La Cañada, quienes la conocieron y vivieron; y los que no, les enseña el pasado que fraguó un futuro convertido hoy en presente.

Ubicada en el camino real de los españoles y cerca de Pueblo Encima, digamos que a los pies del páramo de La Negra, en una ensenada a 2 mil 400 metros de altura, donde se adentra la tierra de los Pueblos: Hondo y Encima, allí estuvo este emblemático lugar que sabiamente alguien nombró  “La Cañada”.

Seguramente que sus dos originales casonas que conformaba este lugar, fueron construidas a finales del siglo XIX, y ya adentrados los años 20´s del siglo XX era lugar de descanso y aprovisionamiento de avío que nunca faltaba en el pollero del arriero de mulas o el transeúnte,  para así  retomar el camino y trepar la montaña hasta divisar y llegar al punto más alto del páramo de La Negra, donde se parten las aguas que van al Lago de Maracaibo y al grandioso río Orinoco.

En efecto, las dos casonas que integraban La Cañada, eran propiedad de de Don Luis Contreras y Don Argimiro Arellano, respectivamente; grupos familiares dedicados a las faenas del campo produciendo papa, trigo, leche de vaca, lana y carne del rebaño de ovejas.

Así de apacible transcurría la vida en La Cañada, en plena montaña donde sopla el viento frio y la brisa paramera todo el año, lugar  de paso obligado,  de los grandes arreos de mulas de ida y vuelta  con carga para Bailadores, Tovar,  Mérida, La Grita y San Cristóbal.

Corría el año 1924 y Ángel María Arellano, joven y entusiasta poblador de estos lugares de Pueblo Encima, nacido en Llanetes en 1886, tropezó en su mula por el camino nacional con un grupo de personas desconocidas y muy educadas que lo abordaron de inmediato   < buenos días, yo soy Andrés Díaz González y ellos son unos ingenieros que me acompañan>  < buenos días, para servirles, qué bueno, qué los trae por aquí? yo soy Ángel María Arellano de por estos lados>

La amena y cordial conversa sin descender de sus mulas, le permitió a Andrés Díaz González explicarle que andaban buscando un lugar donde alojar las cuadrillas de obreros que vienen  abriendo la carretera del páramo La Negra para acá, la que luego se conocería como Trasandina, a lo que inmediatamente Ángel María le ofreció respuesta y solución indicándoles donde se podían alojar. <Ya por aquí se escuchaba hablar del rompe de la carretera, apuntó Ángel María>.

Dada la soltura para la conversación que demostró Ángel María Arellano, y el tener conocimientos para llevar cuentas elementales, de una vez el ingeniero Andrés Díaz González le ofreció trabajo y lo nombró de una vez Caporal de carreta al mando de 25 obreros.

De inmediato Ángel María Arellano alquiló y más tarde compró las dos casas de La Cañada, convirtiéndola en el “rancho” donde las cuadrillas de obreros comían y dormían, y así fue naciendo un gran punto comercial de obligatoria parada, una vez consolidada la carretera Trasandina.

Bajó el rompe de la carretera desde el páramo de La Negra y pasó por la cañada, El Triunfo, El 15, La Confianza, Caripito, El Cedrito, Llanetes, Llano Largo y Sabana Grande, La Padrea, Guacharaca, Guacharaquita, Los Naranjos, rumbo a La Grita; y se fue quedando La Cañada un poco sola. Pero una vez que es inaugurada la carretera Trasandina el 24 de julio de 1925, se convirtió en un floreciente negocio, donde todo el que por allí transitaba tenía una parada obligatoria.

En La Cañada Ángel María Arellano junto a su esposa Elenita Moreno y sus primeros hijos, unido al grupo de personas que les  trabajaban, convirtió La Cañada en el lugar obligado de parada, donde servían  excelente comida acompañada de la inmejorable atención de Ángel María y Elenita, personas que gozaron del aprecio y reconocimiento de todos quienes por allí transitaban.

Pero era también La Cañada el lugar donde se equipaba el vehículo de gasolina, agua y aire a los cauchos, además contaba con taller para reparaciones, estacionamiento y hospedaje si tocaba quedarse, no era prudente seguir el camino si se hacía de noche, la neblina y el chubasco escondían la carretera. Además en La Cañada había una surtida bodega donde se podía adquirir una serie de artículos para llevar, tales como  papas frescas recién cosechadas, harina de trigo, arvejas de la aldea Betijoque, arroz de Morotuto, cuajada, huevos y mantequilla criollita de la zona.

Connotados líderes políticos, intelectuales, pequeños empresarios, camioneros y hasta el Presidente de La República de Venezuela José Eleazar López Contreras, conocieron y disfrutaron de este lugar y las buenas atenciones de Ángel María y Elenita, quienes formaban: “la llave perfecta de La Cañada”  

Pasaron los años y a finales de los 50¨s,  Ángel María Arellano y Elenita Moreno se fueron a vivir a Caracas junto a parte de sus hijos, La Cañada quedó en manos de cuidones,  poco a poco fue desapareciendo este icono de la carretera trasandina, la que también bajó notablemente su transitabilidad, pues nació en 1952 la carretera “Panamericana”

Hoy de La Cañada solo quedan vestigios de sus instalaciones, ya desapareció la casa de corredores y altillo junto a la capilla de la virgen del Carmen, se fueron quizá para nunca volver, pero bien vale la pena que quede en el recuerdo de la historia local, como un ejemplo de lo que fue y de lo que significó este lugar y sus creadores, y que seguirá llevando por nombre: La Cañada.

Fuentes consultadas

  • Arrellano Ángel María. Mis Memorias. Vida y paisaje del campo tachirense. Biblioteca de Autores y Temas Tachirenses. BATT N°59. Caracas 1973
  • *Arellano Guerrero Isabelino. Testimonio oral. Conversación en su casa de habitación en Pueblo Encima, el pasado jueves 12 de noviembre de 2020
  • *interesante testimonio de Don Isabelino Arellano (86 años de edad) resobrino de Ángel María Arellano y conocedor de La Cañada.

JASGnoviembre2020

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