Domingo de reflexión

Se fue Gato Negro
Por: Juan Alberto Sánchez García
Por los años 30`s llegó a La Grita Doña Paula, matrona de dotes morales y de un profundo apego por el trabajo. Vino huyendo de los despojos que había dejado en Colombia La Guerra de Los Mil Días, donde Liberales y Conservadores se ajusticiaban unos a otros.
Y aquí en La Grita todo el ciudadano colombiano que llegó tuvo solidaridad, cobijo, respeto y apoyo, para que saliera adelante y criara su familia con respeto y decoro. Eran otros tiempos, no había impedimento alguno que llegaran por oleadas y sin documento alguno, la única certificación de origen que traían era su familia.
Doña Paula con sus hijos se arraigó a La Grita donde vivió hasta el ultimo suspiro de su vida y la llave que siempre la acompañó fueron ellos, sus hijos, que como buenos emprendedores salieron adelante.
En esta esquina de la carrera siete, esquina con calle dos, abrieron un negocio que los domingo ofrecía un matiné bailable para los jóvenes del pueblo, quienes venían con sus novias o amigas a bailar y a deleitarse con helados y confitería casera que esta respetable mujer preparaba para la venta dominical. El bailoteo de la muchachada era vigilado por Doña Paula, quien impedía los abrazos prolongados de las parejas, los bazuqueos y menos los besos; por eso, sentada en su poltrona miraba sigilosamente el espectáculo toda la tarde del domingo.
Eleazar Moncada, su hijo, fue consolidando poco a poco el negocio que llamaron “El Gato Negro” famoso y visitado sobre todo por la gente pudiente de La Grita, pero al que cualquiera podía entrar y solicitar lo que requería. Era un almacén donde se vendía una gama de productos sobre todo de ferretería, artefactos eléctricos para el hogar y un sin numero de artículos. Tuvo la visión de montar en el negocio un molino de café que por las tardes desprendía ese insaciable olor y la gente lo llevaba desde un cuartico de kilo hasta un kilo, que invitaba a tomar el tinto con una acema, paledonia, almojabana, quesadilla o un cuarto de arepa de trigo.
A los niños de esos tiempos les gustaba ir a mirar por una grande sugestiva vidriera bien iluminada, parte de los artículos que ofrecía al publico; y en diciembre si que era verdad que los transeúntes pasaban un buen rato mirando la mercancía que se exhibía alusiva a la navidad: las instalaciones de luces, los nacimientos importados de España e Italia, y los adornos en general para el pesebre.
Hay dos Gato Negro que saltan al momento; el famoso y surtido negocio que en 1907 administraba como propietario Don Dámaso Arellano en Pueblo Hondo, bien lo relata Don Ángel María Arellano en sus memorias. Fue un floreciente negocio a donde llegaban mercancías procedentes del exterior sobre todo de Europa, y que venían a Pueblo Hondo por los caminos de agua desde El Lago de Maracaibo, trepando ríos hasta llegar a Puerto Escalante y venirse por el camino de Yeguines(San Simón), y aparcar en Gato Negro de Pueblo Hondo.
Y el otro Gato Negro fue un bucólico café en el centro de Bogotá, donde los bohemios, escritores, periodistas y publico en general, asistían diariamente a tomarse un café en ese frio valle, a quien alguien le dio por llamar “La Atenas de América”.
De modo que no es casual que Eleazar Moncada a quien además siempre lo acompañaba en su escritorio un espectacular gato seguramente Angora y algunas veces negro, se apoltronara en esta esquina de la calle real de La Grita desde 1936, donde por cierto también tuvo una especie de emisora local, con unos parlantes colocados muy altos para que se escucharan sus programas en el sector de El Llano y en los caseríos ruales cercanos.
Radio parlante “Ecos de La Grita” así la llamó, diariamente transmitían las noticias que escuchaban en el radio Telefunken o Punto Azul, que captaba emisoras de todo el mundo. Pero también Ecos de La Grita, informaba de los sucesos locales, de los cumpleañeros que pagaban 0,25 céntimos de bolívar para que lo complacieran con cinco canciones y además tenia servicios públicos a la comunidad.
Así fue transcurriendo el tiempo, los años fueron pasando y muchas generaciones recuerdan a Eleazar Moncada “El Gato Negro” hombre de tez morena y lentes de pasta gruesa y negra, apoltronado en su silla y su grandote escritorio de madera, dándole instrucciones a su expendedor y pariente llamado Ángel.
Eleazar Moncada se despide de este mundo terrenal en 1996, dejando un legado del esfuerzo creador que significó su negocio, con parte de su familia que siguió llevando adelante el almacén El Gato Negro.

Y en enero de este año 2022 el almacén El Gato Negro, después de 86 años de haber estado enclavado en estas dos esquinas de la real de La Grita, al pie de la plaza Jáuregui, se despidió seguramente con nostalgia de un pueblo que durante casi un siglo utilizó sus servicios.
Hoy el dependiente que acompañó a Eleazar Moncada durante un largo tiempo , sigue con este cometido de mantener vivo al gato negro, solo que ahora esta ubicado por la calle uno, entre las carreras siete y nueve.
Asi La Grita va poco a poco desprendiéndose de su pasado para dar paso a un presente que protagonizan nuevas generaciones de ciudadanos, que siguen escribiendo la historia local de este pueblo siempre emprendedor.
Fuentes consultadas
- Arellano Angel M. Mis Memorias BATT
- Méndez M. Ricardo. La Verdad. San Cristóbal 2000
- Méndez M. Ricardo. La Retreta. San Cristóbal 2001
- Méndez M. Ricardo. Un muchacho Gritense. Mérida, Proculta , 2009
- Saldivar Dasso. García Márquez, el viajero de la semilla, Biografía. Bogotá 2021
JASG octubre 2022